Época: EdadBronce
Inicio: Año 3500 A. C.
Fin: Año 1000 D.C.

Antecedente:
Edad de Bronce



Comentario

Tratar de establecer aquí una periodización para el tiempo denominado la Edad de los Metales supone de forma inexcusable discutir las bases de esa periodización desde el punto de vista teórico y metodológico. Al tratarse de una síntesis de un amplio periodo de tiempo y que pretende englobar todo el Viejo Mundo, es imposible llegar a una generalización que sea capaz de comprender ese tiempo y ese espacio. En línea con los interesantes trabajos sobre periodización en Prehistoria de María Isabel Martínez Navarrete y J. M. Vicent García, las disponibles para Europa, que a veces se han hecho extensibles a zonas de Asia y Africa, pueden situarse en dos modelos diferentes, según la perspectiva epistemológica -consciente o inconsciente- de los investigadores que las han enunciado o adoptado. La primera serie, dependiendo de un positivismo clásico, establece una periodización realista en la que cada periodo tiene un contenido real, que es verificado en el registro arqueológico, única referencia capaz de ser observada y que es la que ha guiado la construcción del sistema de las Tres Edades, con un evidente contenido inicial descriptivo-tipológico, como vimos.
El resultado es una periodización taxonómica, basada en el método tipológico, aplicado a objetos aislados o conjuntos (especialmente metálicos) que permiten establecer sincronías entre periodos o zonas. Esta periodización, en un grado de generalización superior, llega a tener un contenido histórico-cultural que permitiría superar la atomización que impone su contenido taxonómico pero que, por la heterogeneidad del propio registro, le hace perder su condición de verificable en el registro arqueológico, pasando a ser periodizaciones de tipo teórico imposible de ser contrastadas, por lo que adquieren el grado de conceptos dependientes de una opción teórica determinada. Esa contradicción ha hecho que, en última instancia, las periodizaciones dependientes de la opción teórica empirista, se hayan cargado de un alto contenido cronológico, cada vez más dependiente de fechaciones obtenidas mediante dataciones absolutas, pero que a la vez evidencien las contradicciones del método, ya que ese cuadro cronológico ha de adaptarse a períodos definidos a priori, y no a una contrastación empírica del nuevo contenido cronológico de los términos. Llegamos así, en palabras de Martínez Navarrete y Vicent, a un agotamiento del sistema realista, creándose una grave e insalvable confusión entre los términos culturales y cronológicos en la periodización.

El segundo modelo es el convencionalista que, a diferencia del realista, no pretende que exista ninguna conexión entre la realidad misma y la periodización. Ésta se convierte en un marco de referencia interteórico, que intenta, a través de una sistemática interna establecida a priori, no verificable en si misma, servir de base para la construcción de modelos hipotéticos basados en interpretaciones teórico-empíricos. La búsqueda de la operatividad se hace por el convencionalismo de una ordenación con referencia a la contemporaneidad o sucesión de diferentes contextos. Al ser un sistema convencional establecido a priori, es necesario establecer el ámbito de aplicación que puede ser cultural, geográfico, cronológico, etc., lo que impide la posibilidad de una excesiva generalización, convirtiéndose en un sistema de periodización de validez restringida. De nuevo, el recurso a la cronología absoluta de fechas radiocarbónicas ha sido usado para romper el restrictivo marco de aplicación, sin que ello haya supuesto una mejora en las expectativas de generalización del sistema, puesto que las referencias cronológicas no imponen un sistema de contrastación de las series convencionales, en esencia neutrales, sin posibilidad de discusión desde fuera de sus mismas sistemáticas, lo que podría hacerse si se dotara de un contenido teórico-cronológico a las series en cuestión, convirtiéndolas en un modelo a contrastar, es decir, con una proyección científica.

Ambos esquemas de periodización han sido aplicados a la Edad del Bronce en Europa. El ejemplo más claro de una periodización basada en el método tipológico, que da lugar a una división tripartita, es la de V. G. Childe que, por las razones expuestas al explicitar los criterios que sustenta esta periodización de carácter positivista, permite ponerla como prototipo de realismo antiteórico. Su aceptación ha sido muy general de forma que, aún hoy, continúa siendo la más aceptada con carácter general por parte de los investigadores que sustentan la actitud más tradicional en la Prehistoria europea.

De otro lado, entre las periodizaciones convencionales, que pone como ejemplo Martínez Navarrete, están las propuestas por Evans para el área egea a base de divisiones y subdivisiones tripartitas, caracterizadas por numerales, y que han servido durante bastante tiempo para intentar establecer un sincronismo entre la Europa mediterránea oriental y la Europa templada o la de Reinecke para Europa central, también con una formulación tripartita, aunque con mucho menor repercusión que la de Childe. Otros muchos ejemplos podrían aportarse para toda Europa o para cada una de las áreas en que se hayan podido dividir según las líneas de investigación, pero, como veíamos más arriba, una de las limitaciones de las periodizaciones convencionales era la imposibilidad de su generalización a amplias zonas, lo que no ha sido obstáculo para que ello se haya realizado por buena parte de la investigación, en muchos casos transfiriendo a estas periodizaciones convencionales características propias de las clasificaciones realistas. Ello ha provocado una gran confusión que hace muy difícil discernir el contenido teórico del empleo de cualquier tipo de periodización, máxime cuando muy raramente se hacen explícitas las posiciones teóricas que dirigen su adopción, obligando a un necesario estudio critico de sus aplicaciones, lo que siempre nos permitirá desentrañar las posturas teóricas aunque éstas sean implícitas.

La adopción de un esquema general tripartito, consagrado en la mayor parte de las periodizaciones al uso, ya sean desde una perspectiva positivista clásica, que da lugar a periodizaciones claramente teóricas, o desde las clasificaciones convencionales de carácter metodológico, ha creado la necesidad de adaptarlas a los diferentes lugares donde se han pretendido aplicar; ello ha provocado un aumento considerable de la confusión al rellenarse estos periodos con multitud de culturas, con evoluciones basadas en las comparaciones tipológicas, en la aparición o desaparición de rasgos aislados, cuando no en tipos simples de útiles, de forma que el estudio de la Edad del Bronce europea, en muchos manuales resulta una intrincada maraña de nombres de yacimientos epónimos que dan nombre a períodos y subperiodos, de fechas y de variaciones tipológicas que afectan a útiles o estructuras, de muy difícil asimilación y de una nula capacidad para ofrecer un cuadro comprensible de la evolución social en cada zona, ni siquiera de las características, pretendidamente culturales, de cada periodo en cada zona.

Nosotros aquí renunciamos a tratar de reflejar esa situación en aras de la claridad de la exposición y poder resaltar o centrarnos en aquellas cuestiones que nos parecen más relevantes para una comprensión, aunque sea a grandes rasgos, de las cuestiones sociales, económicas e ideológicas que nos parecen las esenciales para interpretar el pasado y los cambios ocurridos en las formaciones sociales humanas.